Entre libros, poesía y un par de decisiones por ahí: Patricio Serey, el oficio de un diletante:

No fue una infancia de biblioteca. Tampoco hubo relatos fundacionales, ni familias lectoras que custodiaran el rito. Apenas una Biblia, algún Condorito y un diccionario rondando por la vieja casa paterna del casco norte de San Felipe, a la que siempre vuelve. El amor por la lectura no se hereda, se intuye. Y esa intuición, en el caso de este poeta —que prefiere no encasillarse bajo un título único—, comenzó tarde, entre tiempos muertos de una vida agrícola que no parecía encajar del todo.

Formado en una escuela técnico-agrícola, a los 19 empezó como obrero y terminó dando asesorías en el rubro en Quillota. Le gustaban las plantas, pero algo no cuajaba. La rutina lo desgastaba, y la falta de motivación no era desidia: era “intuición poética”. Había algo más, algo que latía por fuera del horario de trabajo, que se dejaba asomar en los silencios del día. Así comenzó a leer, y a escribir por consecuencia. Llegando a los treinta, cuando —según las expectativas sociales— uno debería estar “instalado”, él decidió instalarse en otra cosa: en el ocio poético como forma de vida. Fue una suerte de apuesta, una negativa consciente a reproducir los mandatos heredados.

Desde entonces ha transitado por múltiples oficios: Reportero policial para un diario local, librerías de viejo, productor de almácigos, talleres editoriales, archivos de documentos, ferias, colectivos culturales. En los años 2000, su participación en la revista La Piedra de la Locura, junto a Felipe Moncada, marcó un hito, cooperación que se extendería posteriormente en sus seis años de estadía en Valparaíso, donde también junto al poeta Rodrigo Arroyo, fue parte de la ya mítica editorial independiente “Inubicalistas”. Allí se formó, editó, publicó, y afinó el oficio de manufacturar libros. Más tarde, con la llegada de la pandemia y de vuelta en el valle, fundó Xilema Ediciones, un taller que, además de editar libros, fabrica sus propios catálogos, entendiendo lo editorial no sólo como un soporte, sino como una forma de vida.

La producción, dice, es solitaria. Pero las redes importan. La colaboración, más que la autoría, es lo que articula su manera de estar en el mundo. Se aleja de las poéticas del ego, de los encierros estéticos, y encuentra valor en compartir, en abrir la casa para que otros entren. No busca erigirse como “experto”, sino como amateur, “un diletante” en el sentido más vital del término: aquel que hace por amor, sin certezas, sin perfección, pero con convicción.

No cree en lo local como bandera. La geografía lo atraviesa, claro, pero no lo define. Habla de los cerros, de las casas, de los relatos que se escriben desde adentro, no desde el estereotipo. Su obra fluye entre la poesía, la prosa poética, el diseño editorial (también es el diseñador tras el catálogo de Ed. Casa de Barro) y hace seis años que practica batería, grabando y mezclando sonidos*, buscando experimentar con otros formatos de expresión. Cada libro, cada proyecto, es una extensión de ese aprendizaje errante, de esa insistencia en merecer, como dice, lo que se crea.

"Ser autodidacta —afirma— te permite hacer muchas cosas, mal, pero con libertad". Y en esa frase hay una ética: la del error, la de la búsqueda, la del desacato al mandato de especializarse, de volverse útil. Su arte no busca perfección, sino intensidad. Y en esa intensidad, en ese gesto a veces torpe pero honesto, habita lo más humano de la escritura, de cualquier búsqueda artística.

* https://soundcloud.com/patricio_serey).


Creado por equipo Valle abstracto.

Comentarios

  1. Excelente nota! Gran personaje Pato Serey! 👏🏻

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  2. Gran aporte Felicitaciones al equipo de valle abstracto y al trabajo de Pato Serey

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