Rocío Figueroa: Imágenes que desbordan en el lenguaje
Rocío nació en La Serena, creció entre colegios y cuadernos, y más tarde eligió estudiar Licenciatura en Arte en la Universidad de Playa Ancha. Lo hizo contra todo pronóstico, y con una certeza que aún conserva: lo suyo estaba en la imagen, pero también en la palabra. En Valparaíso vivió años intensos, y fue allí donde se abrió otra ventana —la literaria— que la llevó a involucrarse en talleres, lecturas y escrituras desde el cruce entre lo visual y lo poético.
Uno de los momentos fundacionales fue conocer la obra de Juan Luis Martínez, en las clases del profesor y escritor Eduardo Correa. Luego vino Claudio Bertoni, con su visita a la universidad, y una serie de lecturas que la conectaron con una poesía cargada de visualidad, fragmentos, y tensión entre forma y fondo. No fue casual entonces que comenzara a participar del taller de poesía de La Sebastiana, dirigido por Sergio Muñoz, y a vincularse con otros autores y autoras del puerto.
Ya instalada en el Valle del Aconcagua, su proceso creativo ha mutado. En un clima más frío, introspectivo, ha encontrado el espacio para su proyecto más reciente: Topografías, un ejercicio literario que cruza registros íntimos con una exploración conceptual del lenguaje científico. Inspirada en un viejo diccionario de matemáticas hallado en una feria de la Plaza Sotomayor, comenzó a jugar con definiciones, distorsiones y conceptos para pensar una geografía emocional. “Me cuesta escribir directamente de lo emocional”, comenta, “pero el lenguaje es una herramienta. La técnica ayuda a encauzar esa emocionalidad que se desborda”.
A través del trabajo editorial junto a Xilema Ediciones, ha aprendido también sobre diseño, diagramación y edición literaria. Esa otra cara de la literatura —el libro como objeto— ha sido para ella un territorio de aprendizaje: “es de lo que más rescataría de mi etapa en el Valle”, dice. Porque su arte no se limita a la escritura: es también lo visual, lo material, lo cotidiano.
Hoy, Rocío se proyecta entre la práctica artística y la pedagógica, escribiendo desde lo que observa y también desde lo que calla. Su obra, marcada por imágenes, topografías internas y paisajes mínimos, construye una poética propia, silenciosa, pero profundamente elocuente. Porque, como en sus diarios de infancia, en su escritura sigue abriéndose una ventana. Y esta vez, la llave ya no es necesaria.
Comentarios
Publicar un comentario