La Fábrica de Volantines: arte, viento y música desde el Valle

 

En 2021, tras años de encuentros fortuitos, amistades universitarias y tardes de ensayo, La Fábrica de Volantines se formaliza como banda. Pero su historia comenzó a gestarse muchos años antes. Allá por el año 2015, Vasti y Rubén, recién llegados a San Felipe desde ciudades lejanas, se conocieron en la Universidad de Valparaíso. Desde entonces, la música los unió en pequeños escenarios, tocatas espontáneas y soundclouds.

Pasado el tiempo, decidieron resignificar su identidad bajo un nuevo concepto: La Fábrica de Volantines. Un nombre que encierra una imagen poética que conjuga lo lúdico con lo frágil, lo colorido con los engranajes de una infraestructura monstruosa pero magnífica de creación en serie. Es, en sí misma, una antítesis elevada a metáfora de viaje y exploración: una contradicción fecunda que refleja las tensiones propias de la condición humana:“Un volantín no es un pájaro, pero también vuela. Es frágil, pero puede elevarse altísimo. Es una bonita metáfora de lo frágil y hermoso de las creaciones humanas”, explica Rubén.

Armar, desarmar, crear. La banda ha sido, desde sus orígenes, un espacio de experimentación con Rubén y Vasti encumbrando sonidos. A lo largo de su historia se sumó inicialmente Felipe Pradenas, guitarrista y fonoaudiólogo, que luego migró hacia otros aires, pero fue quien creó el vínculo con Cristián Ahumada, el baterista actual y permanente de la banda. En 2023 se sumó Emiliano José en el bajo y segundas voces, un joven con temple de sabio, como lo describen sus compañerxs: elegante, centrado y comprometido. Con este último, ya estaban todos los elementos en su lugar para empezar a volar.

Ese mismo año lanzaron su primer sencillo como banda completa, “Casi ceniza”, seguido por una colaboración con un amigo y rapero Marcos Hume, quien enseñó a la banda el arte de fluir con el rap, sacando al aire “Creo”, para algunos su primer gran hit. Ya en 2024, decidieron lanzar un doble sencillo titulado “Fractales”, estrenando: “Vendaval” y “Pasará”, canciones que surgieron tras momentos de contemplación y conexión profunda con el entorno: “Me subí a la copa de agua después de un día de lluvia y vi el reflejo de las montañas en el agua acumulada en la copa. Dos caras de un mismo lugar”, recuerda Vasti.


Un sonido que se mueve con el viento. Su estilo mezcla el rock alternativo, el funk, fusiona algunos elementos acústicos, pero sobre todo, su música es un laboratorio emocional. Las letras, escritas principalmente por Vasti, abordan temas como el autodescubrimiento, la determinación y la búsqueda de sentido en lo cotidiano. “¿Por qué pienso esto? ¿Qué necesito aprender? ¿Creo en mí?”, son preguntas que nacen mientras afloran las letras con la esperanza de llegar a resonar con quienes también están transitando por esos mismos procesos.

Su puesta en escena es un espacio de juego y catarsis. El cuerpo se mueve, el contacto visual con el público se vuelve esencial y cada canción es una invitación a sentirse, a reconocerse. “Hay angustia y regocijo cuando conectamos, todos pasamos por lo mismo de alguna forma”, comparte Cristian. Esa corporalidad lúdica —casi magia danzante— remite una vez más a los volantines: color, viento y emoción suspendida en el aire.

La banda ha recorrido numerosos escenarios en la región: Club San Felipe, La Hacienda de Quilpué, Terraza de Chacabuco, Hostal y Chopería Aconcagua, además de presentaciones en Los Andes y Valparaíso. Actualmente añadieron a un nuevo integrante: Joaquín Muñoz en el teclado para agregar más cuerpo al sonido que viene construyendo. Además, se encuentran preparando su primer EP de siete canciones, el cual será lanzado durante el presente año, con miras a una posterior etapa de promoción más allá del Valle. 

A futuro, La Fábrica de Volantines sueña con expandirse a otras ciudades del país, otras regiones, abriendo espacios para la música independiente y visibilizando a las bandas locales. También trabajan activamente en generar comunidad artística: sesiones sonoras de invierno transmitidas por streaming, hasta la grabación de sesiones en vivo en el estudio Heliosfera de Pablo Barra, además de otros lugares del Valle donde los lleve el viento. Todo en pro de  fortalecer el ecosistema musical local que tanto trabajo y talento tiene para ofrecer.

Más que una banda, La Fábrica de Volantines vive por y para el arte. “Nuestro interés máximo es crear. Vivimos en la medida en que canalizamos lo emocional. Porque al final todo lo que uno reprime y necesita integrar se puede transformar en canción”, afirma Emiliano. Y lo que proponen no es solo música: es una invitación a explorar el mundo desde la emoción, a encontrarse con los demás, a jugar con lo frágil y lo volátil. Como un volantín, que aunque hecho de papel, puede surcar los cielos si hay manos que lo sostienen y viento que lo acompañe.

“Se vienen cositas” declara jocosamente Joaquín.

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                                                                                            Elaborado por Equipo Valle Abstracto. 

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